Presentación de Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?

¡Muy buenas chicos, chicas, mujeres, hombres, perros, gatos y resto de seres que pueblan este maravilloso mundo! Hoy traigo una comedia capaz de traspasar las fronteras del tiempo, con un humor muy sarcástico y contemporáneo, que deja un buen sabor de boca a los espectadores que deciden darle una oportunidad. La obra se titula,
Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?
Es una obra de teatro escrita por Adolfo Marsillach Soriano
(Barcelona 1928 – Madrid 2002), autor de textos de éxito imperecedero, tales
como Mata
– Hari, o El Saloncito Chino. Desde sus primeros pasos en la radio, toda su
vida ha estado vinculada al séptimo arte, recibiendo el Premio Nacional de
Teatro (1974), la Medalla
de Oro al Mérito de las Bellas Artes (1991) y el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid (1998).

Adolfo Marsillach Soriano (1928 - 2002). Fuente: El País
Pero como la excelencia se demuestra con el trabajo y no a
través de los premios, aquí traigo una muestra de la capacidad que este hombre
tenía para arrancar una sonrisa sin necesidad de caer en la vulgaridad,
haciendo de una dramática historia sobre el devenir de los años en un
matrimonio divorciado, un relato agradable y ameno donde personas de todas las
edades encuentran un personaje con el que sentirse identificados.
Aunque hubo una película que se hizo a partir de la adaptación de la obra, el argumento que
podrás leer a continuación se centrará en la pieza teatral, que difiere poco del largometraje.
Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? es una comedia estrenada
en el Teatro de la Comedia de Madrid en 1981.
Cuenta la historia de una pareja de divorciados que se
reencuentran después de vivir un tiempo separados.
La obra comienza con una discusión que mantienen Conchita y
Pepe. Ella le acusa de sentirse atraído por la criada y él se siente insultado.
Discuten y Pepe se marcha de casa. Lejos de derrumbarse, ella comienza a contar
la historia de su vida, desde el momento en que decidió perder la virginidad
con un italiano llamado Franco Guarini.
Un pianista acompaña a los
protagonistas durante todo su periplo vital, actuando a veces como mero
intérprete musical y otras como personaje de apoyo.
Tras la historia de Conchita y el italiano, Pepe regresa al
hogar, ahora desierto. Reconoce que
nunca tuvo la intención de marcharse realmente de casa, no por falta de ganas,
sino por comodidad. Según su modo de ver, el principal problema de irse con una
prostituta es que hay que pagarla.
A partir de ahí empieza a contar la historia
de su vida, concretamente desde su niñez, donde su madre lo reprimía y pagaba
con él la frustración que sentía por el abandono de su marido.
El resto de la obra cuenta de forma alternativa (primero ella
y luego él) la historia de su juventud, cuando se conocieron, el divorcio y las
vidas sentimentales que llevaron por separado tras la ruptura.
Finalmente llegan a la conclusión de que los dos han quedado
solos e inconformes con el rumbo que han tomado sus vidas.
Entonces empiezan a hablar con franqueza de los molestos
defectos que odiaban el uno del otro, que dichos en voz alta no parecen tan
graves ni difíciles de redimir.
Se prometen poner de su parte para mejorar la convivencia y
Pepe plantea una cuestión que, a mi parecer, recoge en unas pocas palabras un
deseo inconsciente que todos llevamos grabado en nuestra mente a lo largo de
toda nuestra vida:
Si pudiéramos volver a empezar desde el principio, ¿saldría todo mejor?
Ella duda.
Él le sugiere intentarlo.
Ella le pregunta si se puede.
Él le responde que en la vida no. En el teatro por supuesto.
Lo intentan. Se ponen de acuerdo para evitar a toda costa
que la historia vuelva a repetirse…
*ATENCIÓN CHIVATAZO*
Si no quieres que te estropee el final de la obra, pasa este
apartado.
Al final todo sucede
igual que la primera vez. Están destinados a separarse.
*FIN CHIVATAZO*
REFLEXIÓN PERSONAL:
Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? es una alegoría sobre la
vida aplicada a Conchita y Pepe, una pareja de divorciados que cuentan sus
experiencias al espectador, que sirve de testigo mudo de las vidas de los
protagonistas.
Con apariencia de vodevil, se trata de una obra en cuyo
texto subyacen temas trascendentales que se presentan en el devenir de todas
las personas en algún momento de sus vidas.
Además, a pesar de ser una comedia el final es bastante
triste, dejando un sentimiento agridulce en la retina del espectador:
- Por un lado, nos deja un mensaje muy claro,
crudo y rotundo:
Tiempo que pasa, no
vuelve.
Esta es una idea que frecuentemente pasamos por alto (inconscientemente o por iniciativa propia), dejándonos llevar por los acontecimientos, más preocupados
por nuestra apariencia de cara a la galería, que por nuestra propia felicidad y
satisfacción personal.
Sin embargo, como ocurre con el resto de la obra, este concepto también
tiene dos caras.
Cuando Pepe formula la frase estrella que decide el final de la historia
después de proponerle a Conchita empezar de nuevo su historia y preguntarle
ella si se puede, él responde
“En la vida, no; en el teatro, desde luego”
Ahí reside la magia del teatro. En una única oración, Marsillach explica
con sensibilidad y sabiduría el verdadero significado de la palabra TEATRO.
Porque la vida, como he dicho antes, no permite rectificaciones. No hay
segundas oportunidades. Lo que ha sucedido, aunque no haya sido de la forma que
hubiésemos deseado, se pierde en los anales del tiempo.
El teatro tiene la capacidad de volver atrás en el tiempo. A otra época.
Otro lugar. Que todo suceda de la forma más inesperada y satisfactoria (si así
se desea), pudiendo elegir quiénes somos, nuestra vida, relaciones, hacer todo
lo que nuestro corazón nos pida, pues siempre podremos rectificar nuestros
actos y redimirnos. Incluso se nos otorga la capacidad de volver de la muerte,
si el autor de nuestro personaje así lo designa.
- Por otro lado Conchita y Pepe, con su historia,
nos aleccionan sobre otra lección de vida, que ha sido objeto de polémica por
la disparidad de opiniones:
No se puede huir del destino.
Lo descubren de la forma más cruda: Reviviendo el momento en que se
conocieron.
En la penúltima escena de la obra, cuando se dan cuenta de todo lo que
han perdido, deciden redimirse.
Vuelven a quererse, pero no de una forma fogosa o interesada como al
principio, sino de una manera más madura y nostálgica, más enamorados de los
recuerdos que los unen, que de la persona en sí.
Por ello, cuando viajan al momento en que todo comenzó y se dan cuenta de
que todo sucede exactamente igual que la primera vez, ríen cómplices, aceptando
la situación. Citando textualmente la acotación de la obra:
“No hay nada que hacer. Están representando la escena exactamente igual: las mismas acciones, las mismas frases... La imposibilidad de romper las reglas de su propio juego les hace gracia. Ahora se divierten. Son cómplices. Se sonríen. Se gustan. Se aman aunque ya han entendido que tienen que separarse. Se encogen de hombros y dicen al mismo tiempo”